Generalmente cuando existe una enfermedad critica crónica, desencadena una disminución en la ingesta nutricional, ya sea porque se presente anorexia o por una incapacidad para consumir alimentos derivada a un estado mental alterado, a la necesidad de ventilación mecánica invasiva o ya sea por algún proceso de la enfermedad que interrumpe la función normal de la ingesta gástrica.

Una nutrición inadecuada puede conducir a infecciones nosocomiales, mala cicatrización de las heridas y esto incita a retrasar la recuperación; por lo anterior se recomienda un apoyo nutricional temprano que debiera iniciar a partir de las primeras 24 a 48 horas del ingreso o de la imposibilidad para consumir alimento.

El uso de nutrición enteral es preferible a la nutrición parenteral siempre que sea posible en el paciente crítico con un tracto gastrointestinal funcional.

Existen pocos datos sobre el uso de nutrición parenteral o el momento de inicio en la unidad de cuidados intensivos o sobre cómo este uso puede haber cambiado con el tiempo.

La nutrición parenteral es una opción para alcanzar objetivos nutricionales, solo que este tipo de alimentación puede provocar una mayor ingesta calórica que la nutrición enteral, también se asocia con atrofia de la mucosa, sobrealimentación, hipervolemia, hiperglucemia e infección.

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